La volea de James

Adar y yo nos disponíamos a ver una película. Después de un rato de darle vueltas a qué poner, Amazon me propuso Tienes un e-mail. No sé si el algoritmo no da para más y no se da cuenta de que no tiene sentido recomendarme una peli que me sé de memoria, o es que en realidad es listísimo y sabe que lo mejor que puede hacer es proponerme algo así. Caí en la tentación, se la propuse a Adar, y accedió.

La disfruté como siempre y me reí en algún momento más que otras veces. Sin embargo, al terminar me quedé con una pregunta que no me había hecho en otras ocasiones. Vale pero y luego, ¿qué? Es una comedia romántica, o sea que no hace falta que os diga que acaba bien. Pero los finales de las comedias románticas suelen ser engañosos: beso, boda o viaje a un lugar paradisíaco. Pero ese no es el verdadero desenlace, no me fastidies. Si falta aún toda la historia.

Si uno se quedara con lo que nos transmite Hollywood supongo que se creería que lo complicado es conquistar a alguien. Emocionarse con una persona o con algo y apostar por ello. Nos transmiten que es solo y claro, luego nos vienen las frustraciones.

Es como si dentro de diez años, cuando nos pregunten quién era James Rodríguez, contemos solo el Mundial de 2014. Máximo goleador, jugón, sonrisa pícara, lleva a Colombia a hacer historia, mete el gol perfecto, todos le adoran, caipirinhas, le ficha el Madrid por 80 millones. Magia. Un mes perfecto.

Ese es James Rodríguez. Pero James también es el que pasó varios años chupando banquillo. El que se fue apagando. El que tenía una temporada buena y a la siguiente era súper irregular. El que ganó títulos, y el que fue perdiendo protagonismo. El que ahora mismo no sabes si sigue jugando o se ha retirado. Una carrera que nunca llegó a lo que se esperaba pero que bueno, también tuvo triunfos. Pero Hollywood no nos habla de ese James. No nos cuenta que no todo son voleas en cuartos de un Mundial. Los goles de rebote no llenan cines.

Sé que hay películas que sí que te muestran esto y que al final las comedias románticas están para lo que están, que es para pasar un rato divertido sin complicarnos demasiado. Pero si todo son golazos desde fuera del área y primeros besos a la luz de la luna, al final solo buscamos eso. Y no tienes ni idea de rematar de volea así que acabas en el suelo haciendo el ridículo.

Decía Jesús Montiel que “el amor no es solamente lavar los platos. Es lavar los platos silbando”. No lo leí en un libro suyo, sino en un tuit, pero entiendo que nos vale igual. Dadnos un poco más de rutina postemociones fuertes, guionistas. De días de niebla y comidas quemadas. De Tom Hanks de mal humor y Meg Ryan cansada. De que te dé pereza lavar los platos pero acabes haciéndolo silbando. Y de nuevo.

Deja un comentario